miércoles, 26 de diciembre de 2007

MENSAJE DE NOCHEBUENA

Nací desnudo, dice Dios, para que tú puedas renunciar a tí mismo.
Nací pobre, para que tú puedas reconocerme como única riqueza.
Nací en un establo, para que aprendas a santificar cada lugar.
Nací débil, para que no tengas miedo.
Nací por amor, para que nunca dudes de mi amor.
Nací de noche, para que creas que puedo iluminar cada realidad envuelta en tinieblas.
Tomé la naturaleza humana, para que no te avergüences de ser tú mismo.
Nací hombre, para que puedas ser "hijo de Dios".
Nací perseguido, desde el principio, para que aprendas a aceptar cada dificultad.
Nací en la sencillez, para que no seas complicado.
Nací en tu vida, dice Dios, para conducir a todos los hombres a la casa del Padre.
Lambert Noben

sábado, 24 de noviembre de 2007

CREO EN UN MUNDO MEJOR

Creo en la sonrisa,

creo en las manos unidas,

creo en la unión de todos,

creo en la verdad sincera,

creo en la ayuda generosa,

creo en compartir lo que uno tiene,

creo en abrir el corazón a los demás,

creo en sentir dolor por los que sufren,

creo en los que trabajan por la paz,

creo en los que me enseñan a amar.

Creo en los que me muestran

con sus actitudes y su vida,

que lo más importante es ser bueno,

vivir para los demás y querer a todos.

Creo en un mundo mejor, querido Dios,

y quiero ayudar a construirlo.

sábado, 10 de noviembre de 2007

SOLO DIOS BASTA



Algo cortito pero de mucho contenido, que marcó mi vida desde la adolescencia y me ayudó a transitar por momentos difíciles. Un beso y gracias por estar...





"Nada te turbe,


nada te espante,


todo se pasa


Dios no se muda.


La paciencia todo lo alcanza...


quien a Dios tiene


nada le falta,


SOLO DIOS BASTA"




Santa Teresa de Jesús

sábado, 3 de noviembre de 2007

LA ESPERANZA

Existían millones de estrellas en el cielo. Estrellas de todos los colores: blancas, azules. Un día inquietas, ellas se acercaron a Dios y le dijeron:
-Señor Dios, nos gustaría vivir en la Tierra entre los bosques de hojas plateadas, verdes, doradas, rojas y entre los hombres. -Así será hecho- respondió el Señor. Las conservaré a todas ustedes pequeñitas,como son vistas para que puedan bajar para la Tierra.
Cuéntase que, en aquella noche, hubo una linda lluvia de estrellas. Algunas se acurrucaron en las torres de las iglesias, otras fueron a jugar y a correr junto con las luciérnagas por los campos, otras se mezclaron con los juguetes de los niños y la Tierra quedó maravillosamente iluminada.
Pero con el pasar del tiempo, las estrellas resolvieron abandonar a los hombres y volver para el cielo, dejando la Tierra oscura y triste. -¿Porqué volvieron? Preguntó Dios, a medida que ellas iban llegando al cielo. -Señor, no nos fue posible permanecer en la Tierra. Allá existe mucha miseria y violencia, mucha maldad, mucha injusticia. -Y el Señor les dijo: ¡Claro! el lugar de ustedes es aquí en el cielo. La Tierra es el lugar de lo transitorio, de aquello que pasa, de aquel que cae, de aquel que yerra, de aquel que muere, nada es perfecto allí. El cielo es el lugar de la perfección, de lo inmutable, de lo eterno, donde nada perece.
Después que llegaron todas las estrellas y verificando su número, Dios habló de nuevo: -Nos está faltando una estrella. ¿Será que se perdió en el camino? Un ángel que estaba cerca replicó: -No Señor, una estrella resolvió quedarse entre los hombres. Ella descubrió que su lugar es exactamente donde existe la imperfección, donde hay límite, donde las cosas no van bien, donde hay lucha y dolor. -¿Qué estrella es esa? volvió Dios a preguntar. -Es la Esperanza Señor. La estrella verde. La única estrella de ese color.
Y cuando miraron para la Tierra, la estrella no estaba sola. La Tierra estaba nuevamente iluminada porque había una estrella verde en el corazón de cada persona. Porque el único sentimiento que el hombre tiene y Dios no necesita tener es la Esperanza. Dios ya conoce el futuro y la Esperanza es propia de la persona humana, propia de aquel que yerra, de aquel que no es perfecto, de aquel que no sabe como será el futuro.
Recibe Amigo en este momento esta estrellita en tu corazón, la esperanza, tu estrella verde. No dejes que ella huya y no permitas que se apague. Ten certeza que ella iluminará tu camino, sé siempre positivo y agradece a Dios por todo. Sé siempre feliz y contagia con tu corazón iluminado a otras personas. Llenemos nuestra vida de esperanza......

sábado, 27 de octubre de 2007

LA CAMISA DEL HOMBRE FELIZ


Todos buscamos la felicidad ¿a qué precio?... Quiero compartir con vos este cuento viejo y tradicional, pero que nos enseña mucho y es a la vez muy actual.
Feliz semana.

"Un gran marajá indio no era feliz. Sin embargo, tenía todo lo que un mortal puede desear, un palacio lujoso, riquezas en abundancia, esclavos a su disposición, distracciones renovadas incesantemente, mujeres que cambiaba varias veces por semana. A pesar de eso, no era feliz. Un día, fue en busca de su gran visir, y le preguntó qué debía hacer para ser feliz.
- Nadie es feliz, le respondió el hombre.
Insatisfecho, el marajá planteaba su problema a todos los que encontraba. Un sabio aceptó comprometerse y le dio su receta de la felicidad: "Tenéis que poneros la camisa de un hombre feliz,
y llegaréis a serlo". Inmediatamente, el marajá envío a sus embajadores por todo su reino con la misión de encontrar al hombre feliz y llevarle su camisa.
Los enviados partieron hacia los cuatro puntos cardinales del reino e interrogaron a las gentes.
Por todas partes la misma respuesta:
- No, no soy feliz.
- No tengo mas que un pedazo de tierra y no puedo alimentar a mi familia.
- No estoy bien en mi pellejo; no estoy de acuerdo conmigo mismo.
- Estoy terriblemente fastidiado, etc.
Ricos y pobres, hombres y mujeres, adultos y niños, nadie era feliz.
Los legados estaban a punto de desesperarse cuando, un día, uno de ellos descubrió, en el fondo de un macizo montañoso, una cueva en la que vivían unos "yoguis". Habían abandonado el mundo para dedicarse a las realidades divinas. No poseían nada y se alimentaban con un grano de arroz por día. Al primero a quien se acercó, el enviado le hizo la pregunta:
- ¿Eres feliz?
- ¿Yo? Completamente feliz, contestó.
- Entonces, dame tu camisa al momento.
Unos instantes, el sabio fijó sobre el rostro del interlocutor su mirada profunda y transparente.
Después dijo, con un gesto que indicaba una evidencia:
- Muy gustoso te daría mi camisa. Pero ya hace tiempo que no la tengo."

lunes, 15 de octubre de 2007

Envejecer juntos

Con mi amorcito queremos compartir este texto, que no es nuestro, pero ha significado mucho para nosotros. Nos ha hecho pensar y reflexionar sobre nuestro amor. Vale la pena...

Pasaron a mi lado por la vereda silenciosamente, la mirada fija hacia adelante. Iban tan armónicamente tomados del brazo que más que dos personas caminando juntas parecían un solo ser: una unidad humana, física y espiritualmente perfecta.
Les calculé entre 75 y 80 años; él un poco más viejo que ella, ligeramente encorvado, delgado, alto. Ella, algo más erguida, también alta, aún ágil. Ambos, cabellos blancos y las correspondientes arrugas, testigos del paso de los años, en sus rostros. Vestían sobriamente, prolijos, quizás hasta algo elegantes. En fin, una pareja de ancianos como tantas otras y, sin embargo, no era como tantas otras.
Siguieron caminando delante de mí cerca de media cuadra, tiempo suficiente para observarlos detenidamente y ponerme a pensar por qué había algo en ellos que llamaba poderosamente la atención. Caminaban elásticamente a pesar de los años, con ritmo ajustado. Daban el paso exactamente al mismo tiempo: él, izquierda; ella izquierda; él, derecha; ella, derecha; sincronizados perfectamente, como un ballet largamente ensayado.
Y de un pensamiento pasé al otro. Esa simbiosis exterior, esa armonía de movimientos que se traslucía en su modo de andar juntos era fruto –sin duda- de una armonía y una simbiosis interior, anterior a este momento. Era el resultado visible de compartir una vida entera, uno apoyado en el otro, sosteniéndose mutuamente, complementándose, queriéndose, aceptándose. Lejos ya del fuego de la juventud, se veía que en ellos permanecía aún latente la brasa del primer amor que los unió, de esa clase de amor que le da sentido a la vida y perdura transformado en paz en la vejez.
Seguramente habrán sufrido y soportado contrariedades. Nadie dice que el camino del matrimonio sea siempre un vergel de rosas. Hay espinas también, pero son precisamente las que hacen apreciar las rosas. Y así, habrán llorado cuando fue tiempo de llorar y habrán reído cuando fue tiempo de reír. Pero siempre juntos, envejeciendo.
De repente, la pareja desapareció de mi vista, mezclada entre la gente. No los vi más, pero la contemplación de esta escena aparentemente tan trivial me hizo recordar esa conocida página de Tertuliano expresando acertadamente la grandeza y belleza de la vida conyugal llevada con amor: “¿Cómo lograré exponer la felicidad de ese matrimonio que la Iglesia favorece, que la ofrenda eucarística refuerza, que la bendición sella, que los ángeles anuncian y que el Padre ratifica?”
Pues de eso se trataba precisamente: esa pareja de ancianos era un testimonio viviente de que la felicidad en el matrimonio es accesible y alcanzable, pero hay que luchar por ella a fuerza de dar sin exigir nada a cambio, de aceptar al otro como es, de compartir lo bueno y lo malo, “en la salud y en la enfermedad”, de paciencia y comprensión, de lealtad y fidelidad, de sinceridad y generosidad, de asumir cada uno con responsabilidad el rol que le corresponde como padre o como madre, de rectificar y perdonar, de sentido común, de cultivar juntos el amor que se prolonga en los hijos y en los demás.
Ellos, los ancianos que con su presencia fugaz despertaron estas reflexiones, estaban muy lejos de sospechar siquiera que estaban dando un ejemplo de vida. Y así seguirán caminando juntos a su destino final, hasta que la muerte los separe.
Ojalá que muchos matrimonios jóvenes de hoy en día sepan luchar, igual que ellos, por alcanzar esa armonía y paz interior que crece con el paso de los años cuando los dos se han propuesto envejecer juntos. Es difícil pero no imposible. Eso sí: tiene un precio, el precio del amor.
Y vale la pena."

Busca lo que necesites...

Google